La esencia de las redes sociales es la interacción entre personas: las conversaciones entre usuarios y el compartir contenidos los unos con los otros son el eje de plataformas como Twitter. Sin embargo, en este idílico mundo de relaciones personales, también se han colado las máquinas, disfrazadas de seres humanos: robots cuyo máximo objetivo es difundir cierto contenido, en ocasiones enlaces a blogs o sitios webs y, en otras más peligrosas, spam puro y duro.
Hacer trampas en cualquier escenario siempre me ha parecido censurable, pero hacerlas para llenar los DMs de spam son ya palabras mayores.
Los robots de Twitter se suelen presentar como cuentas que tienen cientos e incluso miles de seguidores y que utilizan imágenes atractivas, en muchos casos de mujeres sexys en actitudes sugerentes (ya me entendéis). Muchos usuarios las siguen porque están ‘avaladas’ por cientos de followers. A los pocos días esa seguidora sospechosa ha desaparecido, pero dejando tras su marcha un adorable DM con un enlace en el que, si pinchas, prepárate…
Los robots ‘buenos’: no hacen spam pero sí trampas
Aparte de las chicas ‘picantes’ que te llenan el buzón de spam del bueno, hay otro prototipo de robot: el que tuitea enlaces de ciertos sitios de manera automática para darle mayor difusión y generar mayor número de retuits. Esta serie de robots (habrá infinitas más) cuenta con perfiles muy bien hechos, aunque todos ellos comparten estas características que son, precisamente, las que facilitan el descubrirlos:
* Todos tienen un nombre y un apellido; nada de apodos ni de nicks.
* Todos cuentan con una biografía creíble, localizados en países reales, e incluyen palabras clave como Social Media o Marketing Multinivel, para ganar adeptos.
* Ninguno modifica jamás el título junto al link que tuitean. No añaden ni quitan ni cambian. Lanzan los mismos enlaces exactamente el mismo día.
* Ninguno tiene conversaciones con otros usuarios: ni un gracias, ni un buenos días, ni un ‘encantado de conocerte’, ni una opinión sobre nada.
* Nunca hacen retuits a ningún usuario, ni los mencionan. Sólo difunden un texto con un enlace a una página.
* Todos tienen fotos de perfil de personas que parecen sacadas de un catálogo. Con esto me refiero a ese tipo de imágenes profesionales que no son naturales ni espontáneas, sino que se reconocen como posados. Además, todas ellas comparten un fondo neutro.
* Y, por último, como son robots, todos se hacen eco de exactamente los mismos enlaces. Prácticamente en el mismo orden.
Sólo hace falta echar un vistazo rápido a las cuentas de Twitter de estas ‘personas’ para darnos cuenta de que algo falla:
Observad que el tipo de fotografía es similar, que los títulos de los contenidos que enlazan son exactamente los mismos (los links, no), que tuitean lo mismo a la vez (10 y 11 de enero), que tienen el mismo estilo de nombre de usuario (iniciales mayúsculas seguidas de un nombre) y si accediérais a sus cuentas veríais que no hacen más que distribuir contenido, es decir, no participan jamás en una conversación con otro usuario. De este tipo de robots hay cientos, incluso miles. He seleccionado sólo una pequeña parte.
Estos comportamientos en Twitter no me parecen éticos porque los retuits que generan son falsos y, por tanto, el interés que se muestra hacia cierto contenido está manipulado al antojo de quien los guía. Pero es cierto que hay empresas que los utilizan para hacer difusión de sus blogs o páginas web y obtener así mayor número de reacciones sociales.
En la libertad de cada usuario de Twitter radica el seguirlos o no. Pero eso sí, hay que ser conscientes de que seguimos a máquinas y no a personas. Con las cartas encima de la mesa podemos decidir si jugamos… o si rompemos la baraja.
¿Y tú? ¿Has tenido alguna experiencia con un seguidor/robot?